El Aloe Vera crece en grupo y se caracteriza por sus hojas carnosas y rodeadas de espinas.
Se desarrolla mejor en lugares soleados y con tierra húmeda. Puede llegar hasta los dos metros de altura y sus hojas deben ser cortadas al momento de utilizar.
El Aloe Vera puede soportar sin problemas el frío, no así la humedad excesiva, por eso el suelo que elijamos debe poseer un buen drenaje, así sea en macetas o directamente sobre el suelo.
Si en la zona en donde vives las temperaturas bajan a menos de 0º es conveniente proteger al aloe vera durante esos días.
Si vamos a sembrar, lo debemos hacer a partir de acodos que retiraremos de la planta madre. Esta tarea se lleva a cabo con facilidad, porque las raíces del aloe vera no son profundas. El acodo que elijamos es conveniente que tenga unos 15 cm de longitud, para asegurarnos un buen resultado.
Si no retiramos los retoños de la planta madre, puede ser que comiencen a consumir todos los nutrientes y que la planta mayor comience a sufrir alteraciones en su desarrollo. Por eso se aconseja retirarlos si no se los va a volver a plantar, para que la planta madre pueda seguir conservando todas su propiedades.
Luego de plantar el acodo, no lo riegues durante unos 10 días, que será el tiempo en que tardarán en sanar las heridas que le provocamos al retirarlo de la planta madre.
Es conveniente, de acuerdo a su crecimiento, cambiar el aloe vera cada año de maceta y fertilizarlo una vez al año.
La planta de aloe vera no debe regarse con frecuencia, pero si con profundidad. Para saber en que momento necesita del riego, basta con hundir un dedo hasta la altura del nudillo y si sentimos que la tierra está aún húmeda, será que aun no necesita agua. Si por el contrario, sentimos el suelo seco, es hora de una buena regada. Lo ideal es utilizar agua de lluvia en lugar de agua de riego que puede contener demasiado cloro en su composición.
El aloe vera es una planta bastante resistente, con sencillos cuidados podremos lograr que se mantengan saludables por muchos años.